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Una carta de amor que quedó dormida dentro de un antiguo recetario de cocina

Querida Catherine: cuando me miro al espejo, a veces pienso que me he tragado un gran limón…

“Así comenzaba esa carta que escribió para mí, mi madre embarazada y que sólo pude leer muchos años después. Ahora soy yo quien escribe para ti, Katrine querida, en un acto parecido al de mi madre, mientras te siento latir dentro, junto conmigo y mi gran incertidumbre. ¿De qué color serán tus ojos? Mi padre y mi hermana mayor cuentan la pasión que tenía nuestra madre, Lady Catherine, por las cremas de fruta: disfrutaba fantasear con sus antepasados ingleses y jugar a la hora del té. Las preparaba para alegrar los crudos inviernos, cuando sus limoneros eran generosos… pero cuando los limones no tenían demasiado jugo, comenzó a rallarles la cáscara, y fue así como descubrió un gran sabor.

Cuando yo nací, ella murió, y mi padre fue a enterrarla en la puerta del invernadero donde ella cuidaba sus limones favoritos. Al pasearme entre esos árboles, aprendí a hablar con ella, con las hojas y el viento, que siempre jugaba con mi vestido justo antes de cruzar la puerta del invernadero. Puedo sentir su esencia en el perfume de las flores y también al preparar su crema de frutas favorita: la de limón. Quiero dejar aquí escrita para ti, querida Katrine, la receta personal de tu abuela, como para invocar que un día prepararé esta crema de limón para ti, y te contaré las historias que compartía Lady Catherine con mi padre y mi hermana cada día, a la hora del té. Su receta siempre empezaba partiendo un limón y acercándolo a la nariz, inspirándose en ese aroma cada vez, antes de cocinar.

Pese a que sólo compartieron unos años juntas, no fue si no hasta que Katrine aprendió a leer que pudo recordar a su madre a través de esta carta, para así rememorar cada momento feliz al preparar esta receta junto a ella, quien disfrutaba de compartirla con sus seres queridos luego de la cosecha invernal.

Misteriosamente encontramos esta carta olvidada al hojear un recetario escrito a mano, que estaba junto a los demás recetarios de mi abuela cuando ella murió.  Al poco tiempo la carta desapareció, junto con otras páginas del recetario, que fueron violentamente cortadas, quedando inservibles…

Sin embargo, su receta permanece.

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Cecilia Rodarte

Cecilia Rodarte

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